lunes, 27 de agosto de 2007

La Fiesta del 8 de Setiembre

La fiesta más grande, de más brillo y esplendor, era y todavía lo es, la de la Virgen de la Natividad de Cocharcas, Patrona del pueblo, el 8 de Setiembre, cuyo programa incluía las solemnes vísperas en la Iglesia, con el derroche de velas, cirios, romero e incienso; luego la quema de preciosos y fantásticos juegos pirotécnicos, al son de una de las mejores bandas de músicos de la región; al día siguiente, la misa y la procesión y la feria agropecuaria-artesanal; en la misma fecha y siguientes: actuaciones cívicas, folklóricas y deportivas, los bailes sociales, los toriles, las corridas de toros, los cortamontes y finalmente el jaljapacuy o despedida.

Todos los años, a medida que se aproximaba la fecha de esta esperada fiesta, la preocupación de dejar solucionados todos los problemas inherentes al caso crecían más y más; desde meses atrás menudeaban los viajes de los apatinos a Jauja, Concepción, Huancayo y otros; los proveedores se hacían presentes más a menudo en Apata; los albañiles, los carpinteros, los pintores, los sastres. Las modistas, las amas de casa, los comerciantes, los deportistas, en fin, todos trabajaban a ritmo acelerado.

LA VÍSPERA.-
A pesar de haberse laborado prevenidamente, la víspera representaba siempre un día de inusitado ajetreo para los más, porque incluso había que ir al “paradero”. La mayor parte de l gente llegaba todavía esa noche en el tren de Lima-Huancayo, único medio de transporte entonces, que normalmente hacía su paso de 8 a 9 p.m.

Entre tanto, el tañido de las campanas y el estallido de las bombardas, los cohetes y la quema de castillos quebraba el silencio de los cielos y el viento esparcía a todos los rincones el tono clásico e inconfundible de las marchas y la armonía excitante de los pasacalles, las Mulizas y los Huaynos, diestramente interpretados por las bandas de músicos y orquestas que recorrían las calles trocando el tibio ambiente en sugestivo y expectante.

EL DÍA.-
El amanecer del 8 era saludado por el estrépito de 21 camaretazos más la diana ejecutada, a todo dar, por la banda de músicos que así trataba de demostrar su idoneidad. El contorno de la plaza se veía totalmente ocupado por carpas y puestos de venta; la gente afluía desde tempranas horas, venidas hasta lejanas tierras, compradores, vendedores, y los conjuntos de cantos y bailes costumbristas concurrentes de todos los Barrios del Distrito, dilataban pronto la población, a la par que se nutría de fieles a la Iglesia. Sucedía entonces que cuando la procesión recorría el perímetro de la Plaza, ésta, colmada hasta sus topes ofrecía la imagen de un enorme enjambre humano desplazándose en lenta oscilación.

A su turno todas las mesas de la kermesse y de los restaurantes se repletaban de comensales que dirigían sus preferencias hacia los cuyes, la patasca, el lechón, los chicharrones, etc. alternándolas con sendos vasos de vino, cerveza o chicha.

Cada cual podía desenvolverse como mejor le parecía: cantar, bailar, sorber sus tragos, concurrir a las actuaciones de los conjuntos folklóricos o los eventos deportivos, o asistir a las actuaciones conmemorativas de la Municipalidad; gastar unos reales en las rifas y tómbolas, jugar unos partidos de tejo, o también retornar suplicante ante la Virgen de la Natividad y de rodillas reiterar la imploración de sus milagros.

EL TORIL.-
En la noche el Toril, baile frenético, pletórico de entusiasmo y colorido, donde al son de la banda de músicos, centenares de parejas danzaban alrededor de la plaza hasta las 6 de la mañana o más, con sus intervalos para libar unas copas y saborear al amanecer un reconfortante yacuchupe, caldo de cabeza o de gallina, o una sabrosa patasca.

LAS CORRIDAS DE TOROS.-
Los días 9 y 10, con barreras previamente armadas en las esquinas de la plaza, se cumplían en ésta las corridas de toros; lujosas y vistosas enjalmas obsequiadas por las damas y exhibidas previamente en clásico y pintoresco desfile, eran colocadas sobre el lomo de los toros. Arrebatarle la enjalma al astado en plena lid y obsequiárselo a la dama de sus preferencia era la mayor codicia de los toreros. Al terminar las corridas, casi siempre buenas por la calidad del ganado, por la maestría y temerario arrojo de los toreros aficionados a estas lides, comenzaba el baile popular en la misma plaza hasta altas horas de la noche. También había Bailes Sociales, amenizados por orquestas contratadas en Lima o Huancayo.

Los subsiguientes días estaban destinados a los cortamontes, en los que las madrinas y padrinos de cada monte, ponían todo lo mejor que podían en adornos, bocaditos, comidas, música, licores y atención esmerada a los visitantes y público asistente.

JALJAPACUY O DESPEDIDA.-
El 13 de Setiembre en la tarde la banda de músicos, con sus integrantes originalmente ataviados, luciendo huallapas (obsequios del Mayordomo) consistentes en unos rosarios de vellones, o de frutas, o de panes y bizcochos, o de mazorcas de maíz colocados en bandolera a cada uno, acompañada por los Priostes y multitud de parejas de danzantes presididas por el Mayordomo y su consorte, recorría la población visitando la casa de los parientes y allegados, al compás del Pasacalle, Chimaychi o huayno que entonaba, en tanto la imprescindible botella de licor cumplía su correspondiente cometido. El festivo ambiente que cada vez acrecía con mayor número de danzantes, alcanzaba su clímax al llegar a la plaza donde es numeroso público que ya esperaba ávido aplaudía y se sumaba al jolgorio derrochando entusiasmo y alegría en las reiteradas vueltas que se daba por el contorno del escenario, deteniéndose solamente de rato en rato para libar sendos tragos de bebidas espirituosas. Más tarde, ya en la casa del Mayordomo el agotamiento físico ponía punto final al excéntrico desenfreno.

Una semana de fiesta de verdadera conjunción de vidas, de derroche de comidas y licores, de fervor religioso, de alegría sin límites, de entusiasmo desmedido, de entretenimiento y diversión, parecía que todos trataban de olvidar o ignorar los límites de lo sagrado, lo profano y lo mundano; fiesta maravillosa en la que parientes, amigos, compadres, vecinos y devotos de la Virgen, venidos exprofesamente desde la Capital, desde diferentes lugares lejanos y pueblos aledaños, entre palabras de dulces recuerdos, entre ¡salud! Y ¡salud! sentían acrecentar la amistad y acentuarse más y más el calor y la emoción del reencuentro.

RESULTADOS.-
Como saldo positivo de todo este gran acontecimiento del año podría señalarse satisfactorios resultados económicos para los comerciantes, empresarios, negociantes y artesanos; experiencias aprovechables para las organizaciones deportivas, y para todos la íntima satisfacción de haber vivido, compartido y gozado unos días maravillosos de grata integración con los seres queridos.

Después de la fiesta, sólo recuerdos y nostalgias por doquier, la plaza y las calles desoladas, vacías, todo había vuelto a la calma, Apata quedaba sumida en ese estado habitual de absurdo conformismo, en el que solamente las ocupaciones de rutina readquirían su ritmo monótono y absorbente como las del gañan arreando sus bueyes rumbo a la siembra, el ir y venir de los alumnos a/o de las escuelas, el trajín diario del correo “Lucho” –Luis Flores Cuenca- entre el pueblo y el Paradero del Ferrocarril Central, muy temprano en las mañanas y hasta que pase el tren en las noches, etc.; la mayoría de la población condenada a sobrevivir en la precariedad y a la espera del milagro redimente, no pensaba, no entendía y no se preocupaba de la problemática apatina ignorando así las verdaderas causas de su ominoso infortunio.